Cuentos de mi tierra Lurín... EL BARBÓN


Eran tiempos, en que se aparecían estos pequeños seres, por los campos y en las casas. Les encantaba jugar con los niños y luego llevárselos lejos. Y es por eso, que doña Prudencia le advirtió a su nieta, antes de que vaya a pastar las ovejas:

–Julieta, no te alejes de los demás pastores, te vienes acompañada con ellos, por favor hijita.

–Sí abuelita, no te preocupes, estoy llevando el Santo Rosario que me regalaste, para que me proteja de las almas malas.

La muchacha arreó el rebaño de corderos  y emprendió su camino para el campo, entre la polvareda y los ladridos de tres perros, que salieron de una casa de adobe.

Rato después, por el lugar donde había pasto verde en abundancia ya estaba copado de pastores, Julieta tuvo que seguir de largo y más adelante se apegó a unos montes, parecía que en ese sitio en años, nadie había pastado. Era un pastizal crecido, fresco y tan apetecible. Ella se instaló ahí con su rebaño. Mientras sus carneros comían, ella se sentó a descansar un poco…

Sin darse cuenta la pastorcita se había alejado mucho de los demás pastores, pero tenía el crucifijo del Santo Rosario que colgaba de su cuello…

Todo iba de lo más tranquilo, cuando de pronto, se oyó el llanto de un bebé. Los gritos desesperados venían detrás de los matorrales.

La muchacha apenada, fue en busca de la pobre e indefensa criatura, pensando en sus malos padres que lo habían abandonado... Ella se internó en aquel desolado monte, donde apenas llegaba la luz del sol y los ojos de las lechuzas parecían linternas... Y seguían... seguían los gritos privados del bebé... Ya muy cerquita de la criatura, Julieta para poder pasar, con sus manos separa unas malezas... Y ahí, estaba el pequeño, tan tierno, y echadito en el suelo, al mirar a la pastora, dejó de llorar, sonriéndole...

 Ella emocionadísima le dice:

–¡Qué bonito eres bebé!, ¡Qué lindos ojos tienes!... ¿Y ya tienes bastante cabello?... -de pronto, la criatura se levanta y le dice:

-...¡¡¡Y BARBA TAMBIÉN TENGO…!!!  

¡Era un duende!… Julieta sale corriendo despavorida del monte, en su huida una rama le arranca el Santo Rosario del cuello, el duende, al ver el crucifijo colgado, horrorizado deja de seguirle, mostrando un rostro horripilante...

Por la noche, doña Prudencia y Julieta rociaron agua bendita, en forma de cruz por toda la casa... por si el BARBÓN venía...


Derechos de autor; Jesús Vásquez Acuña

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