🔞**Mi secuestro** 🔞


—. El temor más grande de todo niño debe ser separarse de sus padres, así comenzó mi historia.


Yo era una niña de ocho años, cuando me secuestraron dos mujeres. 


Me engañaron al salir del colegio, dijeron que las había enviado mi madre, que ella estaba mal en el hospital y necesitaba que la fuera a ver.


No dude de ellas y solo me subí a su vehículo, preocupada.


Al poco tiempo de andar me di cuenta que no íbamos al hospital.


Salimos de la ciudad llegando a una casa que estaba en la falda de un cerro, estaba totalmente en ruinas.


Al llegar pude observar que había un grupo de diez mujeres, más un hombre vestido de negro.


Me desnudaron sobre un altar, y me ataron, mi miedo crecía a cada segundo.


Oraban en un idioma que yo no conocía, tenía ganas de llorar, pero mi miedo no me lo permitía, estaba totalmente paralizada por el terror y el frío.


Al terminar su oración, aquel hombre que tenía una cara cubierta por una fea máscara, se me acercó con una daga cortándome la muñeca de la mano izquierda, vertía mi sangre en un pequeño pocillo de greda y posteriormente la mezcló con algunas hierbas y procedió a beberla.


En ese momento ya no pude contener mi llanto y le rogué que me dejara ir.


Veía sus ojos totalmente desorbitados, me sonrió y me dijo que yo era una niña especial, que debía sentirme orgullosa de estar ahí, que gracias a mí llevarían a muchas personas al éxito.


Luego una de las mujeres, me llevó a una pequeña y sucia habitación, yo aun estaba desnuda por lo que me cubrí con una vieja manta y me amarraron un pie a una cadena que el otro extremo estaba anclada a la cama.


Cada día recordaba a mi madre y sentía su dolor, no podía evitar llorar a diario y suplicar por mi libertad, pero aquellas mujeres solo reían y me decían que mejor no tuviera esperanzas de salir de ahí, pues eso me haría más daño, era mejor que asumiera mi vida como una esclava que serviría solo para proporcionarles la sangre que necesitaban para sus conjuros.


Estaba atrapada por un grupo de locos fanáticos de satanás.


Me alimentaban con una asquerosa papilla una vez al día, lo suficiente como para mantenerme con vida y con un flujo sanguíneo el cual ellos pudieran obtener para sus objetivos.


Cada viernes temblaba de miedo, eran los días de sus ceremonias en donde me cortaban para obtener la sangre, me sentía como una vaca esperando a ser ordeñada cada semana.


Muchos de aquellos cortes se me infectaron, pero las mujeres me curaban las heridas con un ungüento de hierbas que ellas mismas preparaban, debo decir que eran bastante efectivas ya que en un par de días solo me quedaban las cicatrices de aquellas laceraciones.


Muchas veces llevaron a otras niñas, pero no resistían más de dos meses, muriendo desangradas.


En ocasiones las envidiaba ya que yo solo quería morir.


A cada niña muerta la enterraban en su jardín, en donde tenían plantadas sus hierbas.


Así pasaba el tiempo del cual yo ya había perdido la cuenta.


Vi a muchas personas pasar por esa secta, la mayoría eran personas poderosas, se notaba por los autos de lujo en los que llegaban, la mayoría con vidrios polarizados.


En las ceremonias hacían pactos, pidiendo éxito y fama, algunos llevaban más niños como ofrendas, los cuales eran sacrificados con crueldad.


Supuestamente de esa forma el éxito llegaría más rápido, pero no solo llevaban niños como ofrenda sino también fuertes cantidades de dinero.


Vi como también la policía estaba involucrada con esas personas, ahí perdí las esperanzas de que me buscaran.


Asumí mi destino con pesar, ya no me sentía humana, las humillaciones me hacían sentir incluso menos que un animal, para ellos era solo un objeto.


Después de un tiempo ya ni siquiera lloraba, pareciera que mis ojos ya se habían secado.


Mis sueños se habían esfumado, el único que me quedaba era poder morir para liberarme de aquella vida, pero me daba pesar morir con la idea de no volver a ver a mi madre, mi bondadosa madre, hubiese dado lo que fuera por verla tan solo una vez más y sentir la seguridad de sus brazos.


Cuando cumplí los catorce años y me convertí en mujer, recibí una paliza por parte de las mujeres, ya que no les serviría para sus propósitos, ellos necesitan la sangre de una niña no de una mujer.


Luego que me recuperé de aquella paliza, que me dejó al borde de la muerte, me buscaron una nueva utilidad, así me mantuvieron como esclava doméstica.


Por una parte me sentía más aliviada, ya que no recibiría más cortes en mi cuerpo, limpiaba el altar de la sangre que salpicaba en sus ceremonias, me hacía cargo del jardín y de alimentar a sus nuevos rehenes.


Cada vez que llegaba una niña nueva me rompía el corazón, por no poder hacer nada por ellas, esa gente no solo destrozó mi cuerpo sino también mi alma.


Después de ver tanta crueldad algo se quebró dentro de mí, ya no sentía nada ni dolor ni empatía. 


Estúpidamente envenene a muchas de las niñas que llegaban para que no siguieran sufriendo, sin darme cuenta en su momento que aquello era peor, pues al morir una de las niñas no se demoraban en llevar a otra, era una situación de nunca acabar.


Fue por eso que me hice dura e indolente.


Me preguntaba ¿por qué no podía morir como las demás, acaso merecía tal sufrimiento?


Pero no era eso, había una misión la cual debía cumplir, todo tiene un propósito y lo descubrí cuando llevaron a Raquel.


Raquel era una pequeña niña de cinco años, al verla algo en sus ojos me llevó al pasado, reconocía esa mirada, pero no me podía acordar de donde, los castigos habían hecho que mi mente no funcionara como correspondía, confundía muchas cosas.


Cuando llegó el viernes y la prepararon para la ceremonia, sentí un gran dolor, diferente al que sentía con las demás niñas, era algo desgarrador.


Le hicieron lo mismo que a los demás, y luego la tiraron a la habitación en donde me encontraba yo y me ordenaron curarle sus heridas.


Me acerqué a ella con cierto temor, por el sentimiento que causaba en mí, un sentimiento que no tenía hacía ya un tiempo, desde que me volví una mujer dura.


Le pregunté su nombre, su edad y de dónde venía, ella solo me miraba con miedo, le acaricié la cara y le dije que no me temiera, para mi sorpresa se abalanzó a mis brazos, sentí su calor y le acaricie el cabello, esa niña no era como las demás, era especial.


Luego seguí haciéndole preguntas, ella más calmada me comenzó a contestar.


Cada respuesta rompía más mi corazón, esa niña no era solo una niña más, como dije, esa niña era especial, era la hija de mi madre, la hija que tuvo después de perderme, esa niña era mi pequeña hermanita, al saber eso mis ganas de vivir volvieron, estaba todo claro, debía resistir y sobrevivir para poder salvarla.


Fue en ese momento que traté de aclarar mi mente, para poder idear un plan para escapar de ese lugar y salvar a mi pequeña Raquel.


Pero me era muy difícil, pues mente no era muy clara.


Al llegar el próximo viernes, Raquel debía ser cortada nuevamente, yo sin poder hacer nada aún, solo se me ocurrió darle en su comida unas hierbas, las cuales la mantendrían algo dormida y drogada, era lo único que podía hacer para que no sufriera tanto.


Después de aquella ceremonia, mi hermanita quedó muy débil, verla así hizo que me volviera el coraje y decidí que ya no podía esperar más para sacarla de ahí.


Al llegar el próximo viernes ya tenía todo dispuesto para la fuga.


Puse en los pocillos una fuerte cantidad de hierbas para adormecerlos, por lo que el escape debía ser al terminar la ceremonia.


A Raquel nuevamente le di de esas hierbas pero en menos cantidad.


Cuando llegaron los nuevos invitados se les entregó a cada uno un pocillo para que bebieran de su "pócima mágica" al terminar la ceremonia.


Cuando esta acabó llevaron de vuelta a Raquel a la habitación, nuevamente estaba muy débil, como me lo suponía, así que le di otra hierba que inhibiría el efecto de la que le había dado a beber con anterioridad.


Las personas de la ceremonia luego de entrar en un estado de euforia se fueron adormeciendo uno a uno, y ahí continúe con mi plan, vestí a Raquel y salimos sin hacer ruido, cuando llegamos al salón en donde estaban, cerré las puertas y luego procedí a incendiarlo.


No sé cuantas personas estaban conscientes aun, pues desde afuera escuchaba los gritos de algunas mujeres que se estaban quemando vivas.


Debo reconocer que tales alaridos fueron como música para mis oídos, la música que me llevaría a la libertad.


Después de eso traté de conducir uno de aquellos vehículos de los invitados, sin muy buen resultado ya que al poco andar lo estrellé contra un árbol, pero eso no me detuvo en mi huída.


Revisé el vehículo para ver si había algo de ropa para poder abrigarnos con Raquel.


Encontré un par de abrigos y un bolso con dinero.


En un principio me asuste, no sabía si tomarlo o dejarlo ahí, pero luego recordé todo el daño que nos habían hecho y decidí llevármelo como compensación.


Seguimos el camino a pie con mi hermana y al poco rato nos encontrabamos en la carretera.


Hicimos parar a un auto el que conducía una pareja de ancianos, los cuales no nos hicieron muchas preguntas, pero sí nos ofrecieron llevarnos a la estación de policía.


Recordé que ellos también tenían vínculos con aquella secta por lo que les contesté con seguridad que no, que estábamos bien y no era necesario hacer ninguna denuncia.


Así continúo el viaje, hasta llegar a mi ciudad, por seguridad no le dije a aquella pareja en donde vivíamos y solo les dije que nos dejarán en el centro de la ciudad.


Al llegar la gente nos miraba extrañados, lucíamos como dos pordioseras, pero mi alegría era tal que no me importaba.


Caminé hasta casa con Raquel y ahí afuera encontramos a nuestra madre, la vi desde lejos, se notaba que los años habían pasado por ella, vestía de negro y estaba con la cabeza gacha, vi que solo era un cuerpo casi sin alma. 


Me acerqué y le dije

- mamá ya estamos de regreso.


Sus ojos se iluminaron y me lance a sus brazos y por fin pude llorar nuevamente, pero este llanto era de felicidad.


Jamás me había sentido tan segura como en sus brazos, me sentía en el cielo luego de haber conocido el infierno, nunca olvidaré esa sensación.


Después de todo lo vivido durante siete años de tortura, obviamente quedé con un trauma, ya no me sentía segura en esa ciudad, por lo que con el dinero comenzamos una nueva vida en otro país.


Ahora ya no tengo miedo, solo me quedan las cicatrices de mi cuerpo, que me recuerdan cada día y me hacen valorar, que la vida y la libertad son un regalo que debemos apreciar.💖💖

 

Créditos  a quien  corresponda  ....

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