BELEK

 

A principios de los años 90, si caminabas por una de las calles más apartadas de Bajo Flores en Buenos Aires, podías encontrarte con una casa peculiar. Con su césped abandonado, convertido en maleza, un grueso manto de polvo cubría el cobertizo y las ventanas rotas parecían los ojos de un alma oscura. El tejado, roñoso, dejaba filtrar el agua al interior, evocando una sensación de desolación única.


Sin embargo, si te tomabas el tiempo de hablar con los vecinos de la comunidad, te darías cuenta de que el rechazo que sentían hacia la casa no estaba relacionado con su apariencia. Esta, de hecho, concordaba con su historia, ya que 20 años atrás se decía que había sido el refugio de un ser que sembraba el miedo en Bajo Flores, especialmente cuando caía la noche. Aunque muchos encontraban difícil creer esta historia, todo un pueblo atestiguaba sus hechos. En un mundo lleno de lo insólito, parecía más prudente otorgar el beneficio de la duda.


Aunque en la actualidad solo quedan reminiscencias del pasado, en gran parte del siglo pasado, los circos eran uno de los principales espectáculos de entretenimiento en el mundo. Importantes circos de Europa y Norteamérica se esforzaban por llevar sus shows a distintas partes del mundo. Durante esos días, la ciudad se llenaba de fiesta y en enero de 1970, llegó a Buenos Aires el "Circo de los Ares" como parte de su gira mundial, directamente desde Rusia. La carpa se alzó en el barrio Boedo y durante las semanas siguientes, las calles se llenaron de entusiastas esperando el espectáculo.


Como era de esperar, el circo presentaba una variedad de atracciones, desde malabaristas y animales exóticos hasta acróbatas con trajes deslumbrantes. Entre ellos había varios enanos, incluido Kirky, un rumano o húngaro famoso por sus habilidades y su papel como el payaso estrella.


A pesar de que el espectáculo iba viento en popa durante los primeros días, entre bambalinas reinaba la intranquilidad entre los trabajadores. Varios animales del elenco empezaron a aparecer muertos. Al principio, se atribuyeron las muertes a posibles enfermedades importadas de Brasil, pero esa teoría fue rápidamente descartada. La cantidad alarmante de muertes y la manera horripilante en que los animales habían sido mutilados indicaban algo más siniestro: la amenaza parecía provenir desde adentro del circo.


Esta creencia tomó forma en Boris Love, el encargado del circo, quien tenía ciertos conocimientos de medicina. Love notó que los animales morían durante la noche, presentando extrañas marcas en distintas partes de sus cuerpos y prácticamente vacíos de sangre. Se empezó a sospechar que el culpable no era ningún animal externo, sino que la amenaza se ocultaba entre los propios miembros del circo.


Bajo esta sospecha, Boris Love pidió al hombre y a la mujer barbuda que vigilaran para atrapar al responsable. La última noche que iban a estar en el país, oyeron ruidos extraños provenientes de la tienda de Kiriki. El hombre se abalanzó hacia la puerta y, al entrar, encontraron al enano succionando sangre del cuello de Vera, una mona que participaba en números muy queridos por el público.


Finalmente, todo tuvo sentido. Durante meses, varios animales habían mostrado una debilidad patológica y otros más pequeños habían aparecido muertos, completamente desangrados. Boris, conmocionado por el horror de este descubrimiento, no podía entender la naturaleza del enano, pero estaba seguro de que era maligno y extremadamente peligroso.


Luego del escándalo que provocó semejante revelación, la troupe decidió deshacerse del problema de una manera que los aliviara, pero que resultó imprudente para el pueblo al que habían venido a entretener. Continuaron su camino por otros lugares del país, dejando atrás a aquel hombre pequeño con hábitos extraños, sin empleo ni hogar.


Así, el circo eliminó el problema de un plumazo, pero dejó a los habitantes de Bajo Flores y el barrio Boedo enfrentando una amenaza para la cual no estaban preparados ni mental ni emocionalmente.


Velek, viéndose despojado de su trabajo y medios normales para alimentarse, recurre a estrategias poco convencionales para sobrevivir. Se oculta entre los matorrales del barrio y encuentra en la casa abandonada de Flores un refugio perfecto para sus intereses.


Con el tiempo, la gente de los barrios aledaños le daría su propio nombre: Velek. Sin embargo, la partida del Circo de los Zares de la ciudad marca el inicio de eventos inauditos para la localidad. Los residentes, al salir de sus hogares en la mañana, se enfrentan a visiones espeluznantes en las calles. Pájaros secos y animales poco comunes como ardillas y chinchillas, casi disecados, se encuentran esparcidos por las aceras. Incluso sus propias mascotas, gatos y perros, aparecen muertos sin sangre y de manera inexplicable.


El barrio se sume rápidamente en un ambiente de inquietud y temor, mientras los rumores sobre el viejo caserón abandonado, donde se presume que el enano Velek reside, crecen. Se habla de animales succionados y la propiedad del enano se convierte en un lugar inquietante, con jardines llenos de restos de animales y huesos de mascotas desaparecidas.


A medida que los días avanzan, el horror se intensifica. Los animales callejeros también son víctimas de Velek, cuyos cuerpos sin vida invaden aceras y callejones, sumando a la atmósfera aterradora que rodea al enano. Incluso los animales de compañía que solían ser parte de los hogares también desaparecen, llevando el miedo a niveles extremos.


El miedo se convierte en una sombra que cubre al barrio, llevando a las madres a restringir las salidas de sus hijos más allá de las ocho de la tarde. Los dueños de mascotas toman medidas desesperadas para proteger a sus animales, asegurándose de que no salgan a las calles cuando cae la noche. A medida que los rumores sobre el responsable de la masacre de animales se vuelven una constante, la tensión en el barrio aumenta.


Finalmente, Velek cruza un límite atroz al entrar por la ventana de la casa de un matrimonio de gente mayor. El hombre busca ayuda, mientras que la mujer se convierte en una víctima fácil para el enano hematófago. Incluso Don Fulgencio, un hombre jubilado que pasa por el barrio en su camino al almacén propiedad de un turco llamado Asith, se convierte en objetivo. Junto a su perro Osvaldo, Don Fulgencio se enfrenta a Velek cuando este se aferra a su tobillo. Afortunadamente, Osvaldo defiende a su dueño, obligando al enano a huir entre maldiciones incomprensibles.


El miedo y la incomprensión dominan el barrio, mientras la comunidad lucha por comprender y enfrentar la amenaza que representa Velek, un enano que se ha sumido en la oscuridad de la noche para sembrar terror y muerte entre los residentes.


Tom Fulgencio, al ser hallado por los investigadores, aún conservaba sus botas de goma con las marcas que los dientes de Velek habían dejado allí. Al día siguiente del ataque, la noticia se extendió por el barrio, llenando a los vecinos de temor y desconcierto. La comunidad estaba perpleja, buscando respuestas para lo inexplicable.


Los vecinos del barrio, afectados por el horror del ataque, recurrieron al Padre Luis de la Iglesia de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, creyendo que aquel extraño personaje estaba poseído. Tanto vecinos como sacerdotes se encaminaron hacia el caserón vacío, donde se rumoreaba que Velek se refugiaba. Sin embargo, al llegar, no encontraron rastro alguno del enano.


En su lugar, hallaron un cajón de manzanas forrado con pana y unos libros escritos en ruso, cuya cubierta mostraba el nombre de su dueño, Kirky. Los ataques continuaron, y a medida que el terror se apoderaba del barrio, las víctimas humanas empezaron a surgir. Una vecina murió en circunstancias misteriosas, seguida por la desaparición de un bebé, arrebatado por el enano bebedor de sangre.


El miedo se arraigó aún más en el barrio, y la desesperación creció. Los ajos colgaban tras cada puerta y ventana, en un intento desesperado de protegerse. La comunidad estaba al límite, pero finalmente, una noche, lograron atrapar a Velek con una red cerca de la estación.


A medida que lo tenían atrapado, Velek mostró su ferocidad, rompiendo la red y amenazando a los vecinos con un cuchillo. Su aspecto era más aterrador de lo que se imaginaban, con una cabeza ovalada cubierta de una melena rojiza y rizada. Se movía con una agilidad asombrosa, y los vecinos estaban aterrados.


Tras ese encuentro, nadie se atrevió a acercarse a menos de 100 metros de Velek. Si alguien intentaba aproximarse, el enano corría y trepaba por los muros del cementerio hasta desvanecerse en la oscuridad de la noche.


La historia de Velek dejó una marca indeleble en el barrio. A medida que pasaron los años, la leyenda se mantuvo viva entre los residentes. Pero la historia da un giro inesperado. Cuentan que una noche, cuando la luna estaba llena y el viento soplaba susurros inquietantes, algunos vecinos afirmaron haber visto una sombra pequeña y rápida en el cementerio. Una sombra que parecía moverse con una agilidad sobrenatural, saltando entre las tumbas.


Nunca se encontraron pruebas concluyentes de lo que sucedió con Velek después de aquellos días. Sin embargo, los testigos aseguran que el enano hematófago aún deambula en las noches oscuras, un ser etéreo que parece no pertenecer del todo al mundo de los vivos ni de los muertos. La leyenda de Velek persiste, advirtiendo a los valientes sobre los peligros que acechan en la oscuridad, en los rincones más oscuros de Bajo Flores.

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